Proyecto Curatorial

 

Una de las singularidades más atractivas del campo artístico de las últimas décadas, es la inclusión de disciplinas e intereses extra artísticos en sus prácticas. Este tipo de obras comúnmente dialogan con lenguajes “ajenos” a las artes visuales, teniendo atractivos coqueteos con visualidades, herramientas y tópicos de disciplinas tan distantes como la sociología, arqueología, antropología, informática, medicina u otras. La fórmula de “el arte lo permite todo” se ha expandido en gran parte de las escuelas, institutos y universidades artísticas, promoviendo la enseñanza y el interés de sus estudiantes en la vinculación con otras áreas del saber. Este posicionamiento ha aportado significativamente a la calidad de las obras, discursos e ideas que ellas desarrollan, a la incorporación de nuevos públicos y comunidades, e incluso, a la adhesión de distintos agentes que observan en el campo artístico una nueva posibilidad de experimentación y desenvolvimiento profesional.

Al hacer un repaso por estas prácticas, resulta habitual encontrarse con estéticas y metodologías amparadas en la archivación y el coleccionismo, fenómenos que apelan a la adquisición, resguardo, clasificación y exhibición de elementos o ideas. ¿Cuál será la motivación de emplear estos lenguajes dentro del arte, y cuál es su asociación con lo transdisciplinario? Desde el origen de las primeras civilizaciones en Mesopotamia, los Asirios han sido reconocidos por otorgar al coleccionismo una forma de conocimiento. De esta manera, la adquisición material permitiría conocer empíricamente a la naturaleza intervenida por el tiempo. En el caso del archivo, Michel Foucault trabajó una idea muy emparentada a la anterior, refiriéndose a que dentro de los archivos se encuentra todo aquello que puede ser dicho, su potencialidad recae justamente en posibilitar la aparición de un enunciado, o en otras palabras, del conocimiento. Teniendo en cuenta ambas concepciones, nos resulta lógico comprender que los artistas recurran a la recopilación de materiales (investigaciones, apuntes, objetos, documentos o archivos) para alcanzar un conocimiento “ajeno”, y de esta forma, tensionar sus propias prácticas (visuales, plásticas y conceptuales) bajo el prisma de otras disciplinas. 

A partir de esta premisa, es que podemos entender cómo los artistas se transforman en archiveros o coleccionistas, y cómo sus obras se transforman en pequeños archivos o colecciones. Dentro de este panorama, la curatoría “Arqueología del saber” se articula a través de diez propuestas de artistas de la región Metropolitana que emplean la archivación y el coleccionismo dentro de sus procesos de obra como también en la exhibición o puesta en escena de ellas. A través de esta selección, se observa cómo los artistas contemporáneos promueven una constante vinculación con otras disciplinas. A su vez, esta hermandad hacia otros campos fuera de las artes incorpora diversos problemas sociales y culturales que son relevantes hoy en día. Particularmente en esta selección se halla un claro desafío por problematizar: los imaginarios culturales que nos han sido impuestos sistemáticamente a través de los aparatos coloniales que definen nuestra identidad, clasificaciones de género, límites de las fronteras y formas de habitar nuestra ciudad.

 

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[* Esta exhibición en formato libro se presenta como una continuidad de un trabajo curatorial que se ha visto impulsado por reflexionar sobre una serie de publicaciones emblemáticas para el pensamiento contemporáneo. La primera propuesta fue desarrollada en torno a la publicación El género en disputa de Judith Butler y presentada en Factoría Santa Rosa (https://www.sebastianvalenzuela.com/el-género-en-disputa) y en esta ocasión, inspirada en el libro La arqueología del saber de Michel Foucault.

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